Te quiero. Eras un latido embarullando los latidos de mi corazón y mi cuerpo te mecía con el ritmo de tres sílabas: te-quie-ro.
Mis pasos jóvenes hacían vibrar mis sueños, mis ilusiones, mis esperanzas colocadas en vos.
No tenías nombre ni color de ojos, no tenías batitas todavía... y yo ya te quería.
No sabía casi nada, pero sabía que te quería.
Yo, una muchacha todavia, hice lo que tanto quería en ese momento: una criatura.
Gracias a ti fui reina, cucharada de sopa, madejita de lana, ala de colibrí, hojita de cuaderno, ola, espuma, montaña.
Porque no fui yo quien te dio a ti la vida, sino que fuiste vos la que me hizo vivir.
Te quiero y siempre te quise, cuando te cantaba, y cuando te llevaba de la mano a la plaza, y cuando te curaba la rodilla raspada, y cuando te peinaba el flequillo.
Tuve mucho miedo cuando te dejé ir. Cuando abri mi mano y te solté, pero a la vez también tuve mucho miedo, que me culparas por no haberte permitido vivir y ser feliz...A pesar de eso mi corazón nunca te abandonó, ni la distancia ni la muerte hará con que eso suceda.
¡Qué lástima que no haya podido mi corazón recibir esa herida cuando llegaron tus primeras desiluciones amorosas, qué lástima que no haya podido clavarme las espinas que rasguñaron tus pies en el camino! Ni ser un dique que no dejara llegar el llanto hasta tus ojos.
Ansío lo mejor para ti, y sin embargo te riño.Sólo quiero ternura para tu vida... y a veces me pongo tan dura.
Decime que te transmití por lo menos mi fuerza, la fuerza con la que lucho y he luchado. Decime que sí, que sabes, aunque no te lo diga, cuál es mi verdadera herencia, la que quiero dejarte para que seas realmente rica: no son mis cosas materiales, que tampoco son mías... No habría dinero suficiente en todos los bancos para pagar mi herencia.
Lo que quiero dejarte cabe en una cajita muy pequeña.Son solamente dos palabras. Dos palabras que ablandan la armadura del enemigo y abren su corazón y que lo que nos hiere duela menos y que los que amamos sean felices y que los que ya no están entre nosotros vuelvan al mundo por el claro camino del recuerdo...
Dos palabras, no más.
Mi herencia. Te la voy dando en vida, porque el que da esta herencia se enriquece y quien la recibe nunca jamás termina de gastarla, porque jamás se gasta el contenido de estas dos palabras:
Te amo. Hija mía, te amo.
(Gracias a Dios, hoy mi princesa con 18 bellos años)...
